Ese día
Lucho se levantó temprano, apenas pudo cerrar los ojos esa noche, había
revisado el teléfono de su polola y encontrado muchos mensajes que su ex pololo
le escribía, ese que la dejó para casarse con otra antes que el apareciera en
su vida. Mensajes como: "Te extraño, quiero verte" o "¿Nos vemos
hoy día?" fueron brutales sentencias que terminaron de revelar lo obvio,
tú la engañabas y ella te engañaba. Lo dejó meditando el hecho que nunca
hubiera revisado los mensajes del celular de ella, simplemente nunca los había
consultado, eso era parte de la estrategia de la indiferencia que atestaba a todas
las hembras que le rodeaban; si eres celoso no les gusta, si no eres celoso no
les gusta. “¿Qué les gusta? El pico!" - se respondió con rabia, después se
dijo relájate, está bien que les guste.
Desde la
ventana del avión se quedó mirando el cielo que se extendía melancólico sobre
las nubes de algodón camino a Chuquicamata, pensando que lo estaban esperando
las mismas putas caritativas y desérticas, esas de pechos morenos y proletarios
que atesoran baba y lágrimas mineras.
Al
principio fue otra mina más para el hüeveo, de esas que te encuentras cuando
bajas del turno, pero poco a poco fue entrando en su vida de orgasmos monótonos
el cariño y el afecto, necesarios para alejar el fantasma de la soledad. Él era
de la idea que no se debía ir a la casa de la mujer ni la del hombre a tener
sexo, siempre el acto debía ocurrir en un lugar neutral, sexo sin casa como
solía decir, para no generar afectos y recuerdos innecesarios, pero a pesar de
sus pesares terminó despertando en medio de los gritos que ella, Lucha, diariamente atestaba a sus críos para que se
acostaran o levantaran.
Era tan
obvio que ella te gorreaba, tantos turnos y nunca decir nada, tantos días sin
llamar y nunca se quejaba, pero nunca te importó. Si tú la engañabas y ella te engañaba, ¿Qué te molestaba tanto?, ¿Acaso el no saber dónde estaban esos
hombres que engañaban a sus señoras y estas quedaban preñadas esperando y criando hijos,
sin jamás serles infiel?, ¿Cuándo comenzaron a conquistarlo todo? Sentías en tu
flujo interior la misma certeza de antaño y recordabas la visión campestre, que
te revelo ese amor femenino, servicial y puro: "Bajo un parrón, sobre un
mesón con mantel de plástico y piso de tierra, había un campesino moreno de
brazos gruesos y manos curtidas, degustando una cazuela, muy concentrado en
tamaña empresa y a su lado bajo el mismo parrón que lo cubría del tortuoso sol
de verano, una mujer sutil, blanca, evangélica pentecostal, sostenía en su mano
una pequeña ramita que cada cierto tiempo pasaba sobre el plato de cazuela,
espantando las moscas que interrumpían el comer pasivo y silencioso del macho
empedernido". Dicha imagen, como
parte del escenario fantástico, se vertía sobre la imaginación de nuestro
personaje, obnubilado de infidelidades.
Sólo una
certeza, no eras campesino, eras minero.
ElSoto