Thursday, August 02, 2012

El cuento de Soledad



La neblina helada como un colchón de algodón posándose sobre la ciudad, los eucaliptus incrustados al cerro y las casas colgando débiles y precarias, aferradas de olvido y silencio daban la impresión de estar siempre distantes, sobrecogidas de viento porteño y olor a mar. Valparaíso se desperdigaba con esplendor por toda la conciencia de Soledad, mientras bajaba apurada las escaleras camino al plan, debía comprar un kilo de pan batido y pagar las cuentas de luz y agua. Esa semana Mario le había dicho quería terminar una relación de mas de 12 años, cansado de las interminables peleas o siempre nuevas desconfianzas, pero algo así le había dicho.

Palpo el hijo que llevaba en su vientre y se sintió tan sola como un perro callejero, como una escalera bajo la lluvia torrencial, como una roca golpeada por el mar violento.






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Thursday, July 12, 2012

El cuento del lobo

Había una vez un lobo profundamente perturbado. Es que todo había cambiado desde que las caperucitas locas y rojas evocaron libertades, aburridas del mismo final, de la misma tragedia griega. Al comienzo siempre fue un honor para las caperucitas salir del umbral de la puerta materna camino a casa de abuelita. Se les seleccionaba y preparaba para ese crucial momento de sus vidas, toda su vida: Aprender a dar saltitos cantando por el bosque llevando la canasta sin que esta se cayera, aprender a mantener una conversación coherente con el lobo sin que este se las comiera, aprender el camino a casa de abuelita, aprender actuar para evocar el “¡Y qué dientes más grandes tienes!” en forma convincente, inocente y real. Pero todo comenzó a cambiar cuando una caperucita volvió sola y toda mojada por la lluvia de vuelta a casa de su mamá, con canasta y todo. Se había negado ir a casa de su abuelita, se había negado a ser devorada por el lobo, se había negado a mantener el mismo relato estúpido de antaño, era primera vez que una caperucita no había logrado el cometido. Esto provocó discusiones acaloradas entre las mamas de las caperucitas, algunas decían que se había llegado a un extremo de indecencia y se debía castigar con toda la fuerza de la ley a esta caperucita rebelde y otras vieron en esa actitud, la consigna de una nueva lucha, fraguada en la repetición incesante y vulgar de seguir con el mismo cuento toda la vida, por fin serían dueñas de su propio cuento.

Así se llego a un consenso y se creo la “libertad de albedrio caperucitana” que consistía en la elección de las caperucitas, una vez que salían de casa, de ir a casa de la abuelita y seguir la tradición (nota: las caperucitas incoloras odiaban la palabra tradición, ya que esa imposición histórica de dominación suponía seguir rebajando la autodeterminación de su propio cuento) o podían elegir lo que ellas quisieran, lo que trajo más confusión a la ya difícil tarea de ser caperucita. “Ustedes saben, que alguien que nunca ha elegido de un día para otro tiene la posibilidad de elegir, más bien se confunde” –se decía nuestro lobo profundamente perturbado.

Y ahí, cientos de caperucitas que no elegían ir a casa de su abuelita, hacían nuevas rutas donde no habían lobos y sólo habían caperucitas, habían algunas que saliendo de casa se escapaban al cerro, al paraíso de las caperucitas donde estas tenían un gobierno manejado sólo por ellas y donde los lobos que eran sorprendidos era asesinados brutalmente, vengando en la vida del desdichado lobo todos los sufrimientos existenciales de las caperucitas. Algunas incluso habían renunciado usar capa, eran las caperucitas incoloras. También las había que usaban capas azules, rojas, amarillas, color arcoíris y de todos los colores y cada día eran menos las caperucitas rojas ya que era muy mal mirado socialmente aquellas caperucitas románticas que creían y querían el cuento del lobo.

Los lobos por su parte, como era de suponer, nunca se enteraron de nada. Seguían saliendo cada mañana, evocando en su imaginación aquellas heroicas faenas paternales donde a veces se comían una caperucita diaria, ahora con suerte se comían una al mes. Poco a poco fueron cambiando su dieta, algunos se hicieron vegetarianos y místicos predicando por los bosques que ya no eran necesarias las caperucitas. Los caminos usados antiguamente ya no eran usados por las caperucitas y los lobos tuvieron que salir a buscar nuevos caminos en lugares inhóspitos y algunos no volvieron más. Otros llegaban con aterradores relatos de caperucitas sin capas, emancipadas que cazaban lobos, los llevaban a sus casas, amarraban su pata a una cama y los tenían barriendo y criando caperucitas toda su vida. Incluso otros lobos se empezaron a disfrazar de caperucitas y comenzaron a usar los viejos caminos abandonados por ellas, con otros lobos escondidos jugando a cazarlas.

Nuestro lobo no daba tregua a tanta historia inverosímil y aún esperaba, agazapado tras los arboles, alguna caperucita con capa roja, dando saltitos inocentes, con su canastita y sueños de niña cantando por el bosque. Solo imaginarlo activaba sus papilas gustativas y se ponía a salivar como un loco, su corazón golpeando con fuerza el pecho, su cabeza zumbando por la presión y su alma romántica se ponía aullar de tristeza, mirando la luna pálida y llena que alumbraba un bosque vacío de caperucitas y lobos, de caminos vacíos cubiertos de musgo, piedras y espinos.

Ese día el lobo poeta salió una vez más a la misma incertidumbre y evocación ensoñadora  o como diría chiwosky: “… en el anodino ejercicio de persistir”. No quiso acompañar a sus colegas lobos a la nueva práctica que consistía en ir a los nuevos caminos creados por ellas, que estaban llenos de caperucitas con capas de todos los colores y caminos sin ningún punto de inicio y fin, más bien como una evocación de rutas anteriores, más bien como un espacio de esparcimiento en el bosque, mas bien como nada y estos lobos se ponían a caminar por esos nuevos caminos y las caperucitas se escondían tras los arboles y los acosaban con preguntas como: ”¿Que hace un lobo como tu en un lugar como este?”. Lo llamaban ridículo, anticuado, viejo loco, pero él no les hacía caso, ganas de ir no le faltaban, pero sentirse acosado por tantas caperucitas y con capas de todos los colores habidos y por haber, lo apabullaba. 

Sentado tras un árbol, concentrado leyendo el poema 1, le pareció ver una capa roja pasar por entre los arbustos, se asusto y tapando su hocico contuvo un gruñido. No podía ser cierto, abrió con cuidado una de sus orejas y escucho un leve murmullo de una vieja canción que hablaba de una vieja historia, volvió a pasar un color rojo por entre las ramas, tiro del libro, sentía su corazón latir a mil.
Corrió con todas sus fuerzas y saltó al camino presentándose frente a ella intempestivamente y le dijo con la voz entrecortada por la emoción, mirándola a los ojos.

- ¿A dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.



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Saturday, May 26, 2012

El cuento del minero

Ese día Lucho se levantó temprano, apenas pudo cerrar los ojos esa noche, había revisado el teléfono de su polola y encontrado muchos mensajes que su ex pololo le escribía, ese que la dejó para casarse con otra antes que el apareciera en su vida. Mensajes como: "Te extraño, quiero verte" o "¿Nos vemos hoy día?" fueron brutales sentencias que terminaron de revelar lo obvio, tú la engañabas y ella te engañaba. Lo dejó meditando el hecho que nunca hubiera revisado los mensajes del celular de ella, simplemente nunca los había consultado, eso era parte de la estrategia de la indiferencia que atestaba a todas las hembras que le rodeaban; si eres celoso no les gusta, si no eres celoso no les gusta. “¿Qué les gusta? El pico!" - se respondió con rabia, después se dijo relájate, está bien que les guste.
Desde la ventana del avión se quedó mirando el cielo que se extendía melancólico sobre las nubes de algodón camino a Chuquicamata, pensando que lo estaban esperando las mismas putas caritativas y desérticas, esas de pechos morenos y proletarios que atesoran baba y lágrimas mineras.
Al principio fue otra mina más para el hüeveo, de esas que te encuentras cuando bajas del turno, pero poco a poco fue entrando en su vida de orgasmos monótonos el cariño y el afecto, necesarios para alejar el fantasma de la soledad. Él era de la idea que no se debía ir a la casa de la mujer ni la del hombre a tener sexo, siempre el acto debía ocurrir en un lugar neutral, sexo sin casa como solía decir, para no generar afectos y recuerdos innecesarios, pero a pesar de sus pesares terminó despertando en medio de los gritos que ella, Lucha,  diariamente atestaba a sus críos para que se acostaran o levantaran.
Era tan obvio que ella te gorreaba, tantos turnos y nunca decir nada, tantos días sin llamar y nunca se quejaba, pero nunca te importó. Si tú la engañabas y ella te engañaba, ¿Qué te molestaba tanto?, ¿Acaso el no saber dónde estaban esos hombres que engañaban a sus señoras y estas quedaban preñadas esperando y criando hijos, sin jamás serles infiel?, ¿Cuándo comenzaron a conquistarlo todo? Sentías en tu flujo interior la misma certeza de antaño y recordabas la visión campestre, que te revelo ese amor femenino, servicial y puro: "Bajo un parrón, sobre un mesón con mantel de plástico y piso de tierra, había un campesino moreno de brazos gruesos y manos curtidas, degustando una cazuela, muy concentrado en tamaña empresa y a su lado bajo el mismo parrón que lo cubría del tortuoso sol de verano, una mujer sutil, blanca, evangélica pentecostal, sostenía en su mano una pequeña ramita que cada cierto tiempo pasaba sobre el plato de cazuela, espantando las moscas que interrumpían el comer pasivo y silencioso del macho empedernido". Dicha imagen,  como parte del escenario fantástico, se vertía sobre la imaginación de nuestro personaje, obnubilado de infidelidades. 

Sólo una certeza, no eras campesino, eras minero.


ElSoto

Thursday, April 19, 2012

letras negras


La lección difícil, cuadro de William-Adolphe Bouguereau. Un poco de  "realismo burgués".

Soñé que su hija con ojos ávidos, sentada en la cama devoraba las letras negras, cuan Eva tentada por la manzana, devoraba ese libro, él (yo) en silencio la miraba, agradeciendo al cielo tamaña avidez.

Monday, March 05, 2012

des orden

desordenados
hablan todos a la vez
cantan poseía
casi siempre los expulsan

ordenados
mucho no hablan
la atención no llaman
nadie expulsa los

desordenados
hacen fiestas terriblemente desordenadas
sin orden ni propósito
por solo celebrar el desorden

ordenados
fiestas no celebran
ordenan sus ordenados
ejércitos y empresas

cuando llegan los ordenados
a ordenarlo todo
los desordenados
sin fiesta se quedan

hablan de formas muy ordenadas
todo fríamente calculado
no se apasionan por nada
el corazón muy bien ordenado

los ordenados ordenan
también ordenan las ordenes
basta de desordenes
que ordenes más ensordecedoras !

iglesias ordenadas
monedas ordenadas
cantos ordenados
sexo ordenado

a los desordenados tanto desorden los ordena
y a veces se ordenan sus vidas
y predican el orden
como si fuera el mas grande desorden

y los ordenados de tanto orden desordenan se
así con los desordenados ordenados
y los ordenados desordenados
son el des orden del mundo



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Friday, February 24, 2012

súper puta

Me enamoré de una puta
puta me putea
puta me wevea
puta la wea


Es la puta mas rica
en la cama es súper maraca
súper puta
puta que es rica


Me enamoré de la mas puta
puta que tiene plata
puta que me gusta
puta que me da celos


Me pasa por putero
por andar puteando
puta igual es rico
comerse una puta tan rica


problema
asocio amor con fidelidad
no hay puta mas fiel que ella
eso me dice la muy puta


Muy cerca la recomendación
puta que es mentirosa
mejor presentame una amiga
olvido las putas no tiene amigas


Puta estoy cagao
puta con depresión
puta que es rica
puta me putea



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Friday, February 17, 2012

nube y valle

Cuando tras el cielo límpido del valle
aparece una nube solitaria

gorda flaca
de espera y ritmos

El seco valle la observa
curioso de viento y lluvia
la nube que todo mira
triste le responde

A la tierra seca
que ella tan sola
ni lluvia ni viento
solo evocaciones

Y desaparece cargada de ilusiones
la tierra seca le pide
y ella, flaca y gorda
se des pide



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(Vicuña, Febrero 2012)

Monday, February 06, 2012

La piedra infeliz (cuento)

Me acabo enterar que han pasado 4 años desde mi suicidio, escuché a mi madre discutiendo que iban hacer con mi cuarto, que si lo arrendaban, si lo ocupaban de bodega o dejaban tal cual.
No quise quedarme escuchando que harían con ese miserable cuartucho, sólo se que llegué a todas las consecuencias advertidas, sin antes disfrutar de todas las prohibiciones.  A esa altura nadie sabía siquiera el rumbo de mi rumba, ni siquiera yo. Se decían que ya no volvería y lo que yo más quería era volver.

- ¿Específicamente a dónde querías volver? -me pregunté.

Teniendo a mi favor la intención, las preguntas se van ordenando una tras otra por orden de llegada, como una fila del banco escucho sus murmullos y quejas desatendidas. Algunas aburridas se van hacer preguntas a otro lado, tampoco falta la pregunta patuda que quiere ponerse en primera fila, inventando escusas banales como apremios e impaciencias o esa vieja pregunta que quiere su fila especial. No señoras preguntonas, aquí no hay democracia, no pregunten por que, no admito más preguntas.

Ellas esperan y yo, único cajero de preguntas me pregunto su final, transo con ellas, cálculo su destiempo, a veces las hago volver, las preguntas me preguntan cosas que ellas no saben que yo no sé responder y les pido nuevos tramites: que me asocien el papel del año que nacieron, que me traigan la noche donde despertaron desatendidas y brutales. Se acumulan muchas preguntas sin respuestas, alegan demoras pero me da lo mismo. ¿Se imaginan quedarme toda la vida respondiendo tantas preguntas? Ni los griegos pudieron con ellas!!

Ese día Domingo temprano en la mañana leí las portadas de los diarios (El Mercurio, La Tercera?), contemplé la hermosa bahía de Valparaíso, el mar brillante, serpenteante, metálico y el Sol dominando con sus bríos la intensidad de la mañana. Bajé al plan, decidí bajar a pie, estaba hermoso el día para caminar, pase por fuera de La Sebastiana y vi el fantasma del poeta contemplando la bahía, con un furtivo desencanto, desde lo alto en silencio y me persigné. Baje contento las escaleras, llegue a Plazuela Ecuador y me encontré con el Lucho, ustedes no lo conocen, pero es una de las personas más divertidas del mundo. Me contó se iba a casar, no me pareció divertido, los muertos no se casan. Imaginé las complejidades propias de los matrimonios que con mi familia visitábamos, esa cosa de acostumbrarse a lo mismo, la pasión desinflada y recordé cuando mis padres vivían juntos, antes de la separación. Recordé a mi madre, mujer fabulosamente desconcertante, compleja y distante que me trataba tan bien, creo me hizo mal tanta bondad. Si me hubiera tratado un poco mal quizás habría enmendado el camino: llegué a deshoras, dije que iba llegar y no llegué, dije que no iba llegar y llegué. Ella vive su mundo, tampoco puedo juzgarla, pero también tengo todo el derecho de condenarle maternidades desatendidas.
De mi padre mejor no hablar, siempre evito hablar de él, una serie de encuentros desafortunados construyeron nuestra prodigiosa seguidilla de odios acumulados, su desinterés manifiestamente descarado hacia mi persona es una costra de mierda en mi alma, fétida y putrefacta, que contaminó todo.

Es ahí cuando miro desde mi pieza, fumando la cola de un cigarrillo callejero y siento una soledad tan blanca, el vaho que ella deja impregnado en la ventana, que no puedo ni alcanzo hablarle, cuando se aparece en la voz de mi madre, en el rostro de mi hermano muerto. Me imagino soy una mula cargando acumulaciones de cosas que me niego ver. Se acumulan la pena, las preguntas, la soledad, los ladridos de perro, las mañanas inciertas se acumulan. También se amontonan vertiginosas las ganas de vivir, como un gran río sin cause, las ideas de me escapan y frente a tanta turbulencia y fuerza, quedó paralizado de ganas, tan motivado al fin y al cabo, no hago nada.

Pensé que la muerte traería todas las respuestas y que mi suicidio, como una acto de conclusión metafísica, como conclusión de una vida desatendida, de preguntas desatendibles, callaría todas las voces inconclusas de una vez para siempre. ¿Volver a matarme sería volver a nacer?, ¿Morir a mi muerte?, ¿Mas muerte a mi destino? No mas preguntas, por favor.

El viento con olor a mar golpea mi cara fantasmal, dejando pequeñas gotas saladas en mis labios resecos y blancos, me siento desfallecer, me diluyo de incertidumbres. Acá en la piedra feliz todo se ve distinto, cuantos cuerpos lanzados al mar de desilusiones y desencantos y todos los que algún día despertamos acá, abrazados de algas, sangre y rocas, nunca más dejaremos este puerto de hambre y locura.

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Monday, January 16, 2012

El medio miedo (cuento)


Un regalo eran sus labios y sexo húmedo, dos bocas del mismo placer y no entendías como ella tan bella, tan católica, tan rigurosa, tan adúltera también tuviera miedo. Lo percibías en sus excusas, cuando dejaba de contestar el teléfono, cuando nunca hablaba de él, cuando apuraba los orgasmos y este, otro Miércoles más de lo mismo. Era una lata enorme pasar fuera de Escuela Militar, mas encima el huevón era milíco.

Eliodoro Hernandéz tomó la 45 en la otra esquina de su casa, según había dicho iba devolver la película al buzón Bazuca.com de Metro El Golf, ya tenía preparado lo que iba a decir: Me encontré con el lucho, si ese compañero del colegio, ¡puta que esta cambiado!. Apagó el cigarrillo y miro la luna llena que parecía un ojo gigante paseando su mirada sobre la ciudad de Santiago y recordó el poema que Charles Baudelaire le hacía a esta: "Cuando sobre este mundo su languidez ociosa deja caer alguna lágrima silenciosa/ un poeta piadoso, enemigo del sueño/ en su mano recoge esta lágrima fría", ahora ni siquiera leías poesía, despertaba en ti cosas que ya no querías despertar.
El aviso del paradero de bus que invitaba ver la película del fin del mundo te angustió, ella brotaba cada día en forma más natural desperdigándose por todo tu lenguaje y movimientos. ¿Ya ni siquiera reías Badulaque? A estos monos humanos les encantaba el miedo, cada día se inventaban nuevas fechas del fin del mundo, como si lo único que quisieran fuera se acabara de una vez por todas la mierda de sus mundos personales, se sumían en atestadas salas de cines viendo películas con relatos pobres, de pobres efectos especiales que no tenían nada de especial. El miedo nos congregaba, también nos unía y eso te unía tanto a ella, te sentías tan igual a todos, tan obvio, tan trivial.

Subían y bajaban rostros que nunca y jamás volverías a ver, pasaban letreros, luces rojas, amarillas, ojos legañosos, bocinas, gente cruzando las calles, jóvenes apurados por vivir, viejos apurados por morir. Y tu señora de lo único que hablaba era del comportamiento de los niños, del colegio, de las notas, siempre vestida de buzo, el pelo hediondo a comida y te sentías culpable de que la niña mas linda del Grange School que no alcanzó terminar sus estudios universitarios fuera la esposa del badulaque que la cagó desde el segundo mes de casados. La culpa era del televisor en la pieza, la culpa era que ya no leían poesía juntos, ¡La culpa era de los niños que la transformaron en una vieja histérica!

Sandra impecable, fumando un cigarrillo, esperándome de espaldas, sentada ¿Pensando en que? prefiero no saber. Me acerco sin sacarle los ojos de encima, la luna detrás del edificio hace llegar su sombra sobre ella, mitad sombra, mitad luz de luna. Le tapo los ojos con mis manos frías y pasadas a cigarrillo barato, da un pequeño salto. Me imagino quería esperarme de espaldas y que yo hiciera eso, tapara sus ojos, siempre sintiendo que tiene todo tan fríamente calculado y yo un juguete más de sus caprichos de niña rica. Entramos al motel no sin antes darnos un beso apasionado, apretado, ella entrecruza sus brazos a través de los míos y se aprieta a mi pecho, dando un suspiro que como con mi lengua.


- "Hola"
- "Hola mijita"
- "Reservaste cierto?"
- "Puta no alcancé, pero llame y nos tenían la pieza, ya nos conocen" - dije nervioso.
- "¿Que se van a servir los caballeros?" -¿Porque no desaparecían de una vez?, me pone nervioso la gente que atiende los moteles.


Te dijo tenía dos horas. En vez de excitarte la idea esta te desanimó, nunca había tiempo para un café, ni siquiera para conversar. Te tragaste el pisco sour de un tirón, pusiste un canal motivante y darle a la tarea milenaria, nerudiana y pagana.

Badulaque después de todo, no te daba tanto miedo vivir.



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(Segunda tarea, la primera no la hice, para el taller de literatura Enero del 2012 del escritor Pablo Torche)