La neblina helada como un colchón de algodón posándose sobre
la ciudad, los eucaliptus incrustados al cerro y las casas colgando débiles y
precarias, aferradas de olvido y silencio daban la impresión de estar siempre
distantes, sobrecogidas de viento porteño y olor a mar. Valparaíso se
desperdigaba con esplendor por toda la conciencia de Soledad, mientras bajaba
apurada las escaleras camino al plan, debía comprar un kilo de pan batido y
pagar las cuentas de luz y agua. Esa semana Mario le había dicho quería
terminar una relación de mas de 12 años, cansado de las interminables peleas o
siempre nuevas desconfianzas, pero algo así le había dicho.
Palpo el hijo que llevaba en su vientre y se sintió tan sola
como un perro callejero, como una escalera bajo la lluvia torrencial, como una
roca golpeada por el mar violento.
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