Tuesday, June 22, 2010

Ulises y Circe, la Hechicera

Con solo un navío, abatidos y tristes por la experiencia sufrida, Ulises y sus hombres navegaron varios días hasta llegar a la isla Eea. Una vez allí, se recostaron en la playa llorando y lamentándose apesadumbrados por no poder volver a su patria, Itaca.

Ulises trató de darles ánimo pero no lograba reanimarlos. Entonces, se dirigió hasta lo alto una colina y desde allí pudo divisar a lo lejos una columna de humo que ascendía hasta perderse en el cielo azul. Era un signo de que alguien habitaba la isla.

Al descender se le cruzó un ciervo que logró matar con su lanza. Lo cargó hasta la playa y se los entregó a sus compañeros diciendo: -¡Miren lo que he conseguido! Vamos a cocinarlo y cuando hayan comido, verán el futuro con otros ojos.

Los hombres, que estaban hambrientos, olvidaron por un instante sus penas y luego de comer y beber abundantemente durmieron placidamente.

Al día siguiente, Ulises insistió en la necesidad de explorar la isla. Los hombres temerosos por la experiencia vivida, se negaron, pero la insistencia de Ulises terminó por ganar su voluntad.

Decidieron dividirse en dos grupos. Uno a cargo de Ulises y otro grupo a cargo de Euriloco, su cuñado. Echaron en suerte para decidir qué grupo haría la tarea de exploración y el destino quiso que el grupo de Euriloco se internara en la isla. Ulises debía aguardar en la playa su regreso.

Euriloco y sus hombres se internó en la isla. Luego de atravesar un bosque, se encontraron frente a un gran palacio de piedra pulida. Frente a la puerta, se paseaban gran cantidad de leones y lobos mansos como perritos, que al ver los, los rodearon festejando la llegada de los visitantes.

Los hombres no sabían que ese era el palacio de Circe, la hechicera y que esos animales formaban parte de la fauna encantada de la maga.

Al llegar a la puerta del palacio, escucharon a una mujer cantando con una voz tan melodiosa que los dejó paralizados.

Los hombres golpearon la puerta y la bella maga Circe les abrió, invitándolos a pasar.

Todos quedaron admirados de su hermosura, pero Euriloco, que recordaba lo ocurrido con la hija del gigante se negó a entrar y decidió esperarlos escondido detrás de unos arbustos.

Circe, condujo a sus invitados a un lujoso salón donde los agasajó con sabrosos manjares a los que añadió una pócima para hacerlos perder la memoria. Luego los tocó con su varita mágica convirtiéndolos en cerdos para arrojarlos luego a una sucia y oscura pocilga. Una vez en la pocilga, Circe les arrojó bellotas y desperdicios como único alimento.

Para mayor desdicha de esos hombres, si bien quedaron convertidos en cerdos físicamente, su inteligencia continuaba siendo humana duplicando el sufrimiento. Euriloco esperó durante horas a sus compañeros. Al ver que no regresaban, se angustió y desesperado, regresó corriendo hacia la nave, para dar aviso de la desaparición de sus hombres.

Ulises al ver la desesperación de su cuñado. Buscó su espada y su arco y le pidió a Euriloco que le indicara el camino hacia el palacio de Circe, pero este se negó diciendo:- Ulises, no puedes ir allá. No podemos correr el riesgo de perderte. Mejor huyamos antes que vuelva a ocurrir otra desgracia.

Pero el héroe, se burló: -Si tú quieres, puedes quedarte aquí, comiendo y bebiendo pero yo voy a hacer lo que me plazca. Y sin compañía alguna se dirigió hacia el bosque en busca del palacio de piedra.

Cuando faltaba muy poco para llegar a su destino, le salió al encuentro un joven hermoso blandiendo una varita dorada. Ulises reconoció al dios Hermes en persona. -¿Dónde vas Ulises? Tus compañeros están encerrados en una pocilga convertidos en cerdos. Y agregó :¿ Acaso crees que tú solo podrás salvarlos? Ulises lo miró atónito. Entonces Hermes continuó diciendo:- Yo te ayudaré. Le entregó una planta de flores blancas y raíces negras. Luego le dijo:-Esta planta apartará de ti cualquier hechicería. Pero cuando Circe se acerque para tocarte con su varita mágica, debes sacar tu sable y arrojarte sobre ella como si fueras a matarla. Ella se asustará y te ofrecerá su hospitalidad. No debes aceptar nada de ella .Primero debes exigirle que haga el juramento de los dioses de que no intentará hacer nada en tu contra. Así estarás a salvo.

Ulises aceptó las indicaciones del dios y prometió seguir sus indicaciones.

El héroe de Itaca llegó finalmente al palacio y golpeó la puerta. La bella Circe le abrió y lo invitó a pasar al salón ofreciéndole toda clase de manjares mezclados con su pócima para perder la memoria. Pero no lo afectó en lo más mínimo, pues llevaba consigo la planta de flores blancas.

Cuando Circe se acercó con su varita mágica, Ulises se abalanzó sobre ella con su espada como si fuera a matarla.

Circe, entonces se arrojó a sus pies diciendo: - Dime quién eres extranjero. Solo hay un hombre sobre la tierra capaz de resistir mis conjuros, y ese es Ulises, el héroe de Troya.

Y continuó: -Si tu eres Ulises, envaina tu espada y acepta la hospitalidad que te ofrezco.

Pero Ulises, recordando los consejos de Hermes le dijo: -Solo puedo confiar en ti, si juras por los dioses que no harás nada en mi contra.

Circe realizó el juramento y luego lo agasajó con toda clase de manjares. Pero Ulises se negaba a comer y a beber, pues estaba muy triste por la suerte corrida por sus compañeros transformados en cerdos.

-¿Qué sucede Ulises? Hice el juramento que me pediste y no has probado ni un bocado. ¿Todavía no confías en mi?-Preguntó Circe asombrada.

A lo que Ulises respondió:-Solo cuando vuelva a ver a mis hombres libres y con su figura humana, volveré a creer en tus promesas.

Circe entonces, tratando de ganar la confianza del héroe de Troya, liberó a los hombres y mientras salían los iba tocando con su varita mágica para que recobraran su figura humana.

Los hombres reconocieron a Ulises al instante y se abrazaron llorando de felicidad. Circe se conmovió hasta las lágrimas al presenciar tan calido reencuentro y ordenó buscar al resto de los hombres que se encontraban en la playa para darles un espléndido banquete. Euriloco se resistió en principio, pero luego también se sumo al grupo de invitados.

Así, entre festines y banquetes pasaron casi un año disfrutando de la hospitalidad de la bella hechicera. Pero pronto volvieron a recordar a su patria y añoraron regresar junto a sus familias.

Ulises, al escuchar los ruegos de sus navegantes, melancólicos por volver, se acercó a Circe y le dijo: -Te doy las gracias por tu generosidad, pero tú sabes bien que deseamos volver a Itaca. ¡Por favor, ayúdanos!.

Circe le respondió:-¡No los retendré contra su voluntad!- Luego le trazó la ruta que debía seguir la nave y readvirtió de cada uno de los peligros que iban a correr y lo que debían hacer en cada caso para sortearlos con éxito.

Antes de despedirlos les advirtió:- Si tú o tus hombres no siguen mis indicaciones al pie de la letra, o hacen algo contra lo que acabo de prohibirles, la ruina caerá sobre sus cabezas, perderás a tus hombres y Tú no volverás a Itaca sino después de mucho tiempo y en un estado miserable.

Al día siguiente y después de agradecer a Circe nuevamente se lanzaron al mar en su nave, con la esperanza de llegar a su ansiado destino, ayudados por los vientos favorables que envió la maga como despedida.

La Odisea - Homero - Sacado de la obra de homero, sin ningún tipo de autorización